(Marisol Tenorio)

viernes, 28 de junio de 2013

Soy pequeñita, pero tengo un aeropuerto lo suficientemente grande para dejar aterrizar a cada una de tus sonrisas, y no tengo miedo, no tengo miedo a los kilómetros de distancia, ni a los milímetros que separan nuestras bocas antes de perder el control. Quizás solo se trata de buscar un poco de calor en una ciudad que tirita de frio, de poner los sueños por encima de la luna, es más que deseo, mas que que mis sabanas te echen de menos esta noche, es la persona perfecta en el momento adecuado una explicación complicada apta para corazones excesivamente felices. No sé si lo entiendes, pero cierra los ojos, y piensa un poco en mi.
 Dicen que nadie puede elegir de quién enamorarse, que el respeto se gana, que el amor se siente, que el extrañar es bueno. La gente sabia dice que no hay que llorar por el pasado, no hay que preocuparse por el futuro, sólo hay que vivir el presente, hay que sembrar para cosechar, amar para ser amado, hay que perder para ganar, llorar para saber sonreír, caer para aprender. Las personas que saben dicen que hay que confiar en el tiempo, porque suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades, que el tiempo es oro. Todos nos dicen que nadie puede dañarnos sin nuestro consentimiento, que si alguien nos lastima es porque nosotros le otorgamos ese beneficio. Dicen que el amor no es sufrir, que el amor no es perdonar lo “imperdonable” porque hay cosas que no se perdonan, no se olvidan, no se borran ni de la cabeza ni del corazón, pero que de esas cosas se acaban aprendiendo para la próxima. Dicen que uno no aprende hasta que tropieza, que cometer errores es casi la única manera de aprender algo, que el que no arriesga, no gana y que el que tiene miedo a fracasar, nunca llegará a nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario