Soy
pequeñita, pero tengo un aeropuerto lo suficientemente grande para
dejar aterrizar a cada una de tus sonrisas, y no tengo miedo, no tengo
miedo a los kilómetros de distancia, ni a los milímetros que separan
nuestras bocas antes de perder el control. Quizás solo se trata de
buscar un poco de calor en una ciudad que tirita de frio, de poner los
sueños por encima de la luna, es más que deseo, mas que que mis sabanas
te echen de menos esta noche, es la persona perfecta en el momento
adecuado una explicación complicada apta para corazones excesivamente
felices. No sé si lo entiendes, pero cierra los ojos, y piensa un poco
en mi.
Dicen que nadie puede elegir de quién
enamorarse, que el respeto se gana, que el amor se siente, que el
extrañar es bueno. La gente sabia dice que no hay que llorar por el
pasado, no hay que preocuparse por el futuro, sólo hay que vivir el
presente, hay que sembrar para cosechar, amar para ser amado, hay que
perder para ganar, llorar para saber sonreír, caer para aprender. Las
personas que saben dicen que hay que confiar en el tiempo, porque suele
dar dulces salidas a muchas amargas dificultades, que el tiempo es
oro. Todos nos dicen que nadie puede dañarnos sin nuestro
consentimiento, que si alguien nos lastima es porque nosotros le
otorgamos ese beneficio. Dicen que el amor no es sufrir, que el amor no es perdonar lo “imperdonable”
porque hay cosas que no se perdonan, no se olvidan, no se borran ni de
la cabeza ni del corazón, pero que de esas cosas se acaban aprendiendo
para la próxima. Dicen que uno no aprende hasta que tropieza, que
cometer errores es casi la única manera de aprender algo, que el que no
arriesga, no gana y que el que tiene miedo a fracasar, nunca llegará a
nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario